En ese dolor tan concentrado como obscura y negra brea líquida que se eleva, trepando por mis prendas hasta alcanzar mis fosas nasales y ahogar mi cerebelo, trepando hasta mi cuello, a mi garganta y provocarme esa sensación de asfixia tan antiquísima de agobio total. El desear desaparecer, el abandonar totalmente la existencia. Volver a ser lo que fui previo a mi concepción; nada. Predomina en mí ese sentimiento. Dejar caer la copa, vacía o llena, ya no importa.
Sin embargo sé y soy consciente de que cuando la copa caiga y los cristales vuelen y se dispersen transformándose en estrellas fugaces, no habrá camino de retorno, no habrá perdón ni edén. Por eso sigo expectante, con los ojos derrotados, esperando la señal que con certeza sé que no se hará ver jamás.