Te fuiste sin que pudiera darte un beso en tu frente.
Te fuiste sin poder tenerte en mis brazos.
Te fuiste de dónde viniste.
Te fuiste junto a nuestro Celestial Padre.

Viniste sin plantearte, llenaste de alegría mi vida, llenaste vacíos y sanaste mi alma.
En tan corto tiempo, te adueñaste de mi ser.
Creciste hasta la semana nueve, tan pequeñito y tan frágil, te aferraste a mí, a tu madre.

Te agradezco por haberme elegido, y te amaré toda la vida.
No hay palabra que describa el dolor de tu partida, pero continuaré de a poco todos los días.

Te fuiste, y no pude oír tu llanto primero, pero confío en que tú sí me escuchaste diciéndote miles de te amo y te quiero.

Mi bebé chiquito, siempre serás mi hijito, vivirás por siempre en mi corazoncito y cada 29 de diciembre, te recordaré mucho poquito con una vela frente a tu fotito, recordando que me diste una nueva vida y comienzo.

Te amo por siempre mi bebecito.