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Desarmada, te necesito

abril 29, 2021

Pasará, tú verás, decidido ya el todo,
los segundos, los años, y tú has de abrazarme,
un millón de razones por no abandonarme,
soledad, imposible seguir en el modo.

Conectadas están ya las órbitas nuestras.
Observamos un mundo imposible, imponente.
Lo que adhiere, semeja al imán evidente,
y de nadie es secreto la fuerza que muestras.

¡Desarmada vagando, en verdad te requiero!
La leyenda destruida. ¡Ya estoy desarmada!
Corazón de cristal delicado, sangrada.
Lo que pase o suceda, me ampares con fuero.

Este es otro escrito inspirado en una canción...

Se me vino a la frente cuando escuchaba la emisora “Nuestra radio” en la casa de campo situada en la aldea Cheremisinovo, un pequeño pueblo agricultor, con menos de cuatro mil almas, que se encuentra en la región de Kursk.

Estaba en la casa de mis antepasados, alejada de los ajetreos universitarios y licenciada por 15 días para descansar, debido a que me encontraba muy descompuesta por el término de mi relación de pareja, unión que duró casi cuatro años.

Mi tristeza era tan inmensa, como dolorosa la realidad de haber sido reemplazada por una chica menor, de casi la misma edad que yo tenía cuando decidimos construir nuestras vidas en unión. (Ella es la famosa Anna Ivanova Chukareva, que nombro en algunos de mis escritos, la esclava de la galera...)

El sentimiento de desconsuelo y orfandad lo reconocía demasiado bien, por cuanto yo misma quedé huérfana a los 13 años. Sabía sentirme desconectada, desarmada...

Mis padres adoptivos se ausentaron por un par de días para dejarme a solas con mi melancolía. Saben darme espacio cuando es necesario,

Esa dacha, que fue reabierta en 2015, reacondicionada y restaurada, fue el lugar que mis padres biológicos me heredaron junto con todos los recuerdos de mi primera infancia. Me ayudó a curar las heridas de niña y ahora servía para volver a centrar mi vida.

Allí, casi no había recuerdos de mi pareja, ni nada que me atara a su persona, pero el dolor provenía tan agudo como tan solitario.

En un momento comenzó a sonar una canción y escribí este cuarteto inspirado en esa canción.

Y por si se preguntan qué hicieron mis padres adoptivos durante los días que me dejaron a solas en el campo... Fueron más de dos y cuatro días. Se vinieron a Moscú, arreglaron mi departamento, me compraron plantas, dejaron la despensa llena de cosas saludables, saludaron a los amigos preocupados por mí, compraron ropa, trastes de todo tipo, libros, muchos libros y discos, remedios para Bonifacio, que ya está viejo y un poco más huraño. Por cierto, no estuve totalmente sola...

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