Vicky Fernandez

PRIMAVERA UNIVERSAL

¿Algún atardecer te has parado
a ver cómo se convierten en rosa
las hileras que dejan los aviones?
 
Mañana aquí amanecerá,
rezarán a los santos en busca de esperanza,
(toda la que tienen delante de sus narices)
volverán los naranjas anhelando el atardecer de ayer,
y la Luna irá pidiendo su sitio a los fieles.
 
Cualquier motivo es bueno para no volvernos a ver.
 
Ahora me cuesta desprenderme y despegarme,
porque irme significa soltarte
y eso es sinónimo de abandono
(ya sabes que nunca me gustaron las rendiciones)
 
Ese es el fin de los miedos,
y de los medios,
aparte de tú:
la incertidumbre.
 
Cuando vuelva,
no quiero que la diferencia me duela,
voy a soñar con ella,
como el reencuentro efímero
que existe entre el bien y el mal
cada vez que sale el Sol.
 
Encontraré las mismas nubes rosas,
inmersas en un azul cielo
lleno de expectativas
(haciendo justicia al lugar),
a las mismas señoras
que buscan aquí toda la paz
que no tienen en casa
 
es tan probable la rutina como el cambio.
 
 
 
 
Oler las primeras flores,
ese olor que me recuerda
que cualquier lugar (y cualquiera)
podría ser mi casa,
porque me convertí en todas las personas
que no eran yo,
dándoles el permiso de usarme en su contra
y sublevar a todo el interés
para resultarme a cero.
 
[Un día fui alguien
a quien no le importaba
esperar cinco minutos más]
 
El mismo olor que deja el que sabe
que por una vez se acabaron las normas
y que ahora puedes
hacerte con las mejillas una cama
en el hueco de sus clavículas.
 
El olor que dejaba la vuelta a casa
después de besos largos,
en lugares ajenos a la historia,
sitios que nos vivieron
y que por eso nos protegían,
y no nos pedían que volviéramos,
porque sabían de sobra que lo haríamos
sobre todo cuando dejáramos atrás el invierno.
 
Desde entonces, solo huelo el jazmín,
nunca me habré sentido más primavera.
 
Eso sólo significaba que habíamos dejado de llorar,
gracias a esas lágrimas hemos dado vida.
 
Bendigo el invierno por las noches negras,
los besos que cortan,
el frío entre las piernas,
y las pocas flores en el camino.
 
Y maldigo a la primavera por la incomprensión,
por la felicidad impuesta
a la que se ve sometida el mundo entero,
por la vuelta del color,
que a mí solo me hace pensar en ti.
 
Menos mal que la primavera es universal.

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