Pobres y bellas rosas de sangre... Son como pequeñas almas perdidas en un bosque helado, acompañados del argor del eterno abrazo de la niebla espesa..

Titilan cual pequeñas luciérnagas rezagadas amasadas tras el fresco olor de la petulante lluvia, cual osada le quema las alas y las manda directo a suelo cual montaña rusa y donde sus cadáveres descompuestos se lo comen después las plagas carroñeras, sedientas cual hienas.

Oh! que descaro dirás ¿Acaso no vez que es la única manera de vivir?

Cuando en efecto me obligan a cortarlas y amarrarlas en el mundo banal y mortal, mientras a sus pétalos caen en los cristales rotos de la gotas de la luna sangrienta...

Oh! Luna... Tan dulce, tierna, cruel y macabra eres hermosa madre mía. Condenas mi alma a la espada que aquellos corderos oscuro del silencio de las sombras, me condenaron hace ya mucho tiempo atrás.

Tras el dulce; pero no satisfactorio dulzor de mi muerte a manos de esos sátiros...

Pobres y crueles corderos homicidas.. Lo que no saben es que iré detrás de ellos y cortaré de sus cabezas cual si fuesen capullos de rosas recién frescas, quitándoles sus cuernos cual machos alfas de un rebañó fuesen.

Además de a todas mis victimas pero tratándolas con la mayor delicadeza como los pétalos de las rosas, por el simple y mero hecho de la dulce vendetta del capricornio, al recibir su maldición y bendición tras la luna que rige mis primaveras y otoños.

En un vals eterno entre mi alma rota siendo la niña mujer y la mujer niña, que ahora solo es un mero vestigio de pútrida cascara de eras pasadas, arrancando las almas de esos fríos cadáveres y sus flácidos cuerpos mortales, como hermosas flores de las praderas.

Esa es la vida de la Vendetta del capricornio tras cada luna sangrienta, en mi propio tártaro otoñal...