Hay días en los que se pasa mal.
Una se la pasa abstracta por la vida,
Con la mente en otra cosa,
Sabe que la están mirando y lo siente, pero no lo vive.

No es que no quiera uno vivir,
Pero es que la vida se escapa por entre las costillas cuando el cerebro se pudre.

Y lo sabe todo el mundo,
Pero a nadie le gusta hablar de ello...
Por siempre querer tener la mejor cara que al final a nadie mejora,
Y las manos rosadas por aplaudir todo
incluso si no tiene sentido.
Me cuesta procesar
que no les gusta pensar
que en un segundo se pierde el mundo y lo que se sabía certero y real.

En un segundo,
se murió mi tía,
se enfermó mi abuela
y a mi primo lo atropelló un carro,
a mi profesor que nunca se vió mal se lo llevó por delante una enfermedad sin nombre serio,
y lo que quedaron,
fueron recuerdos nítidos bonitos y rajados en mil pedazos que cortan profundo cuando los tocas.
En un segundo te caíste y te rompiste el diente que más se ve y según tú se te acaba la vida.
(...)
Y yo olvido cosas fácilmente
El número,
las llaves,
el nombre de aquella o aquel,
lo que tenía que hacer ayer por la tarde,
olvido cuantas veces he pensado en el futuro en el día,
Pero nunca, jamás, olvido el sabor del dolor.
Cómo te corta, golpea y destroza a la vez,
te desangra y te patea,
te da mordiscos, te dispara en el corazón más de tres veces:
pero nunca te deja morir.

Que en un segundo me sentí abandonada en el mundo, insignificante, sin nada, y ya no me importaban las estrías que tenía en las nalgas, ni los likes, que si tengo un diente un poco torcido, una mancha en la cara, lo que hace ella, lo que hace él, que no tiene sentido y no me importa, y si alguna vez me importó en un segundo ya se me olvidó y el segundo parece infinito.

Quería el tiempo atrás para no sentirme tan rota y miserable. (Pero siempre lo estaré.)