¿Para qué pelear contra las sombras del tigre, si ya la tierra se bebió la sangre?
alguien me cerró los ojos con fuego
y me botaron como una semilla podrida porque soy rebelde.
Ahora la tierra ha parido un árbol que echa frutos de mi carne
pero un gigante zacea su sangre
porque el enano de mi estirpe no alcanza donde están mis mejores frutos
el gigante obeso se posa sobre los hombros del enano para alcanzar mi último pedazo de sangre
el invierno arrancó mis hojas y se llevó mi alma
pero calma, que en los más alto de mis ramas cecas, allá donde se besa el cielo con mis venas, se anida un ángel gigante con un nido de luz, empollando la esperanza.