Las velas encendidas sobre
la mesa, hacían sombra a las
copas ya servidas, mientras
nuestras espaldas apoyadas
entre si eran calentadas por
la chimenea, era el ambiente
soñado por los amantes reales.
Debió ser vino quién nos puso
a cantar, ebrios cantandole a
la ilusión que nos habíamos
hecho, triste.
Cual amor.
Si lo que cantabas era otro amor
y mi canto, mas bien parecía el vaivén
de la llama de una de las velas que se
extinguía mientras te acercabas al
maldito final de la canción.