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IV

A la Declaración de Independencia de Estados Unidos de América
y los atentados del 11 de septiembre de 2001.

El 4 de julio de 1776
y el temprano martes 11 de septiembre
son la misma cosa
excepto que en el siglo XVIII
las balas hacían menos daño
no se respiraba uranio
nadie perdía la oportunidad
de emparentarse con lo desconocido
nadie dejaba de entintar las hojas
el pan y los niños enmudecían menos
el aire era más alentador.
 
El martes en cuestión fue absurdo
el tedio de las marionetas
buscó en los abismos
las manos se tornaron efímeras
la caída fue inevitable
y los verbos reciclaron todo tipo de historias
la esencia de las de la paredes
                                    corrompió al viento
cada gramo de acero
                            se retorció como un gusano
y fue necesario callar.
 
Estas fechas aguardaron su detonador
sólo debía existir el tiempo entre ellas
como una moneda de rostros
                                    dispersos, trascendentes
lápida de la última voz
vestigio infinito de la estupidez humana.
 
En 1776 los hombres ignoraban más
pero envilecían menos
las declaraciones, las firmas, incluso los proyectiles
llevaban almas dentro.
Este martes de cenizas
fue un leve destello de nuestro interior
ahora camuflado y desteñido
ahora con el hollín en la memoria
y lo amargo en las acciones .
 
En 1776 se podía sudar un mejor poema
por eso, en este momento
los  dedos intentan otras combinaciones
y dicen:
“Niego los tres primeros versos
o lo que pensé al escribirlos.”
Luego continúan:
aquel martes
un niño aguardaba por la inocencia
pero el parque donde debió jugar
esconder sus juguetes
salir a mojarse con la lluvia
volar a cuerpo entero
fue sepultado por otras fechas
no tan lejanas en tiempo
ni ojos para compararlas:
1917, 1945, 1989…
son estas una reiteración, un vértigo en exceso
espasmos de lo humano y predecible
un dragón, una lanza
un fuego fatuo donde arrojar el último deseo
coraza, pergamino
una extremaunción para quien se reconoce
en un espejo similar a este.
 
La tarde de 1776 alguien la profetizó
ahogado en la tinta de un manifiesto:
“La paradoja y la ironía
son proporcionales a la democracia
y nada cabe en una hoja
que no sea enaltecido o mermado por otra.”
 
En la mañana de 2001 sucedió algo similar
pero en esa ocasión, por desgracia
no mediaron la tinta, el papel, o las paradojas.

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