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Dos pájaros de un tiro

El Diario de la Judía

   Pasaron algunos días después del episodio de los perros y yo seguía viva y seguían dándome las sobras los soldados. No tenía ya la menor duda de que me había quedado embarazada. Había dejado de frecuentar la esquina de la verja donde me refugiaba y observaba el día a día de aquel centro de torturas. A veces me despertaba de madrugada y miraba por la ventana, el espectáculo era dantesco, todas las noches intentaban saltar la verja electrificada, porque no podían soportar más permanecer en esta prisión. El olor a carne quemada penetraba hasta lo más profundo de mis pulmones, las manos y el pelo aún humeaban electrificados por la verja.

   No tenía pesadillas nunca, porque la pesadilla era estar despierta, el mejor momento era cuando estaba dormida y soñaba que era libre, que estaba con mi familia cuidando del bebé que esperaba dentro de mí; pero cuando despertaba, no paraba de preguntarme por qué no se veían embarazadas en aquel infierno. La respuesta no iba a tardar mucho en saberla.

   Todas andábamos como autómatas, caminando de un lado para otro, con la mirada perdida y buscando la manera de acabar con aquello de una vez por todas. Yo siempre tenía suerte de que me violaran, así podía comer las sobras de los soldados. A veces las compartía con alguna compañera. Aquello era intolerable, morían de hambre y los cuerpos se afinaban por todos lados.

   Había una entrada bajando unas escaleras a la que teníamos prohibido acercarnos y ni mucho menos bajar las escaleras. El caso es que allí siempre olía a carne quemada y el lugar siempre desprendía calor, encima del tejado había una chimenea por la que nunca vi que dejara de echar humo, siempre estaba humeando. El invierno acababa de hacer su entrada y hacía un frío que se te quebraban los huesos. Mucha gente tenía quemaduras de frío en la cara o en las manos o, incluso, los que iban sin ropa, por todo el cuerpo. Mi curiosidad tuvo el mismo destino que la del gato, aunque yo sigo viva, de milagro y por desgracia, mas vale que hubiera muerto aquel día. Hacía tanto frío que quise reconfortarme y, como sabía que aquellas escaleras desprendían calor, decidí a escondidas bajar para calentarme. Once escalones y llegué a la puerta entreabierta del final de las escaleras. No pude remediar ver aquella atrocidad, cientos de cuerpos famélicos, sin ojos ni dientes, trozos de piernas y brazos, a veces solo cabezas, apiñados en una sala que donde al final había un gran horno. Me retiré espantada, pero mi espanto aumentó cuando al principio de las escaleras, allí arriba, estaba la niña, Irma. En su cara se dibujaba una sonrisa diabólica imborrable de la mente del más cuerdo, parecía el mismo demonio. Aunque era preciosa, su maldad salía nada más abrir la boca. Soltó una carcajada y con un movimiento de dedo de su mano derecha, me indicó que la siguiera.

   En ese momento no sabía qué propósito tenía o qué interés tenía para que la siguiera. ¡Llevaba un revólver!, no sé cómo no me había matado allí mismo como había hecho con otras mujeres a sangre fría para divertirse. El caso es que yo no puse objeción y la seguí como me indicó. Iba detrás de ella y no se volvía para ver si la seguía porque lo daba por hecho, estaba muy segura de ello.

    Llegamos a aquella cabaña en la que estuve a punto de entrar en una ocasión y que me salvé por los pelos de entrar en ella. Esta vez no me libraría. Subimos los escalones que daban acceso a la puerta de entrada y al llegar arriba, se colocó detrás de mí y a un lado para poder abrir la puerta. Abrió y de un empujón me hizo atravesar la puerta para entrar en el interior de la cabaña. Miré alrededor y me asusté muchísimo, aquello parecía más un prostíbulo que una casa. Las paredes estaban repletas de argollas de las que colgaban cadenas y había fustas apoyadas en las paredes, una camilla de exploración y un potro ginecológico en el centro del salón. Una lámpara y objetos como cuadernos y un bolso de mano estaban depositados en un mueble recibidor, pero no me llamaron la atención por ser esos objetos, sino porque tenía ya la certeza de que estaban hechos con piel humana, ya que la lámpara aún conservaba un tatuaje de los que tenían algunas residentes. Y lo más horrible, encima de aquel mueble había dos cabezas humanas reducidas.

–¿Tienes miedo perra? – me preguntó Irma al mismo tiempo que me pasaba una fusta por mis pechos.

   Yo la miré aterrada pero no fui capaz de articular palabra y volvió a preguntarme:

–Sé que has estado con varios soldados, perra, ¿no estarás embarazada verdad? Esta vez fue tal el terror que sentí al escuchar la pregunta, que me hice pis encima. – porque si lo estás me harías muy feliz, pero ¿si te has meado?, cómo me gustaría probarlo, pero ahora no es el momento, contéstame.

   Pensé que tenía que guardar la calma y contestarle sosegadamente para no alterarla o enfadarla.

—No lo sé, muchos soldados me han violado.

Al instante me agarró de la pechera y me increpó diciendo:

–¿Sabes lo que les hago yo aquí a las embarazadas? – No me dejó contestar me sacó de la casa y se dirigió a la parte de atrás, donde tenía a una chica desnuda y atada con argollas y cadenas en los pies, cuello y manos, a un poste de hormigón. Ostentaba una barriga de embarazada de al menos cuatro o cinco meses. Sacó su revolver y sin más le pegó un tiro en la cabeza, cayendo inerte al suelo casi todo el cuerpo pues la cadena del cuello no daba para llegar al suelo, quedando la cabeza, o lo que quedaba de ella, colgando del poste de hormigón. – Eso es lo que me encanta hacer con las embarazada, pues así mato a dos enemigos del Führer de un solo disparo y además ahorro balas para nuestros soldados. Mañana te haremos un control de embarazo y ojalá estés embarazada, aunque sería una pena pues eres hermosa y te quisiera para mí. En fin mañana veremos– Dio media vuelta y se alejó del lugar dejándome allí contemplando el cadáver de aquella chica.

  Vomité de la impresión. No tenía dudas de lo que debía hacer, o intentaba saltar aquellas alambradas electrificadas o abortaba. Pero ¿cómo podía abortar? Entre tantas mujeres debía haber alguna matrona y tenía que dar con ella antes de 24 horas.

CONTINUARÁ

Fdo.: Alfonso J Paredes

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Imagen recopilada de internet cuya fuente es:

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