Manual para sufrir
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Aparto de mí las causas y me ciño solo a las formas idóneas para sufrir
comprendo que el sufrimiento no debe incurrir en la ironía,
ni que agravie a la mirada con su similar y aparente sinfonía,
ni tamaño vocerío que de fuerte a sus orejas no dejan oír.
El sufrimiento normal y aparente consiste en apretar los dientes
y en un espasmo sonoro de la cara que en surcos de agua
se deslizan por ella y un ruido ahogado en los rincones se fragua,
el hierro inquebrantable y el gemido gutural e inherente.
El arte de sufrir no se acaba en el momento en el que uno se encoge enérgicamente,
se tapa con sábanas imaginándose que, si no ve, no le ve ninguno,
así crees que es imposible ya que es habitual que solo se ocupe uno
para que no piense el populacho que en grupo es una conspiración emergente.
Sufrir suena a tierra mojada.
Sufrir huele a mermelada caducada.
Sufrir se nota en la mirada
Sufrir son hormigas con alas.
Piensa bien que sufrir se pueda hacer de muchas maneras,
a saber: con un escandaloso llanto o con un pasmoso silencio,
con una inquietante sumisión o con un indignado penitencio.
Cubrirse con decoro exacerbado, con trapos la sesera.
Se piensa uno que puede o debe sufrir para siempre,
pero se equivoca, pues el juicio se pierde y se pierde la memoria,
y al final, cuando llega hasta el precipicio, ¡maldita escoria!,
surge como un ave fénix y, en su lecho habitual, olvida la historia la mente.
Poem & Rhásody © 2022
La fina piel de la cáscara
Alfonso J Paredes
