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UN CAMBIO DE AIRES

Todo empezó con Vanaja.

Una noche llegué del trabajo y me di cuenta con grata sorpresa que mi amada Madre estaba viendo esa película india en su nueva televisión con internet. En México la recepción de canales digitales es muy deficiente, así que decidí realizar algunos sacrificios y por fin pude comprarle una SmartTV que aprendió a manipular con inusitada rapidez, considerando su habitual negación para las nuevas tecnologías. Estaba fascinada con las danzas de esa jovencita de quince años, me preguntó qué significaban esos graciosos bailes rituales y yo intenté explicarle lo mejor que pude, fundamentado en mi escasa cultura general. Me alegré que Mamá por fin tuviera en esa pantalla una ventana mágica para mirar el mundo.
En la siguiente sesión de cine hogareño vimos “Panipat” y disfrutamos de esas tres horas llenas de magia y colorido. Mi Madre quiso saber todo acerca de la India; agotados mis conocimientos elementales sobre esa misteriosa tierra, recurrí a mi biblioteca, le mostré dos libros de Octavio Paz: “Ladera Este” y “Vislumbres de la India”. Casi los arrebató de mis manos y los leyó con avidez, cosa insólita porque la lectura no es una de sus pasiones. Decidí no preocuparme y tomar el asunto como un suceso positivo. Sin embargo en las sesiones posteriores de cine Mamá se empeñó en mirar puras películas de Bollywood, a pesar de mis amables protestas y mis aclaraciones de que el mundo era inmenso, mucho más que nuestro México lindo y la patria de Gandhi. Nada... se impuso su autoridad suprema y vimos todo lo que tuviera indicios de “hindi cinema”. Me vi obligado a renunciar a mis tardes de Scorsese y Tarantino. Qué más daba, lo importante es que Mamá fuese feliz, así que decidí alentar a su nueva afición, incluso llené sus días con la música de Ravi Shankar que en mi beatlemanía de adolescente había adquirido. Sobra decir que la gran autora de mis días sonreía con más frecuencia que antes.
Una vez establecido y claro que Mamá era fan de la India le mandé imprimir un poster gigante de Shah Rukh Khan, quien definitivamente era su actor favorito; lo pegó de inmediato en su habitación. Tiempo después, en una de mis frecuentes visitas a La Merced (donde me llevan asuntos del corazón), pasé por el Mercado de Sonora y le compré una figurita de Ganesha, que colocó muy feliz en el altar, junto con sus santitos de toda la vida. Fue entonces cuando supe que los acontecimientos estaban fuera de control.
La tarde en que la encontré rezando en su altarcito, con todos sus santos y Ganesha; al notar mi presencia me miró con ojos suplicantes, lágrimas delatoras se asomaban a sus ojos sin atreverse a salir. Sin decirnos palabra en ese momento nos animamos a dar el paso decisivo, vendimos casa, muebles, todo lo que pudiera malbaratarse y convertirlo en capital urgente. Mientras íbamos renunciando a todo lo material, se fortalecía nuestra ilusión; tomamos cursos intensivos de inglés, hindi, punyabí, urdú y tamil. Apenas con los recursos para iniciar de cero una nueva vida aventurera, nos mudamos a Delhi, concretamente en la región de Ghaziabad, donde puse una tienda de buyo a la que llego en bicicleta desde nuestra modesta vivienda. Mis horas largas de ocio en la espera de clientes, las lleno de plenitud mirando hacia la ventana de la muchacha bonita que vive enfrente de mi local, a veces me prodiga una mirada curiosa, jamás una sonrisa. Ahora mi Madre luce radiante con sus coloridos saris y bermellón en su frente... Somos casi felices.

Todo empezó con María Candelaria...

2020.
Un cuento "casi" autobiográfico, escrito durante el prolongado confinamiento debido a la pandemia COVID 19.

#India #México

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