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Último asalto

Te dije que no era buena compañía
Mirada perdida frente marchita, cabizbajo y ceja hundida.
 
Te empeñaste en ser mi púgil.
 
No durarás ni un asalto, no es este un combate equilibrado.
 
Mi mal humor legendario golpeando contra tu pasión intensa por los pequeños detalles de la vida.
 
Mis manías, la locura de la soledad y mi falta de autoestima, un gancho de izquierda son al hígado de tu paciencia sorprendente.
 
No entiendo cómo te mantienes en pie aún. Te golpeo con mi negatividad, con mi tristeza y mi rabia.
 
Esquivas hábil con tu esperanza, me envistes con la fuerza de tu calor, de tu abrigo y de la calidez de un abrazo que me desarma.
 
No puedo mantener la guardia contra el golpe bajo de tus ojos diciéndome: “te quiero”
 
El ring está lleno de sudor y cansancio
Huele el aire a rendición... pero no a la tuya
 
Esquivo hábil tu sonrisa fugitiva y la golpeo con mi egoísmo y avaricia.
 
Nunca te dije que fuera buena compañía.
 
Quisiste convencerme de que era bueno y yo no podía creer tu credulidad.
 
No sé si el público aclamaba tu valor o mi cobardía.
 
Me golpeas una y otra vez con una bondad hiriente y demoledora
 
Me hundes con infinitas palabras de agradecimiento, y me pongo en guardia y me defiendo.
 
Intento contraataque con mi voz de desaliento, y me esquivas otra vez con tu sonrisa de viento.
 
Tus ojos son puñetazos a mi mueca estirada, hasta que golpe a golpe me dibujas una sonrisa vencida, casi derrotada.
 
Me quedan pocas sorpresas que venzan tu optimismo desmedido.
Mi falta de tacto, mi nulo romanticismo.
 
Me levanto jadeando de la lona. El ring es un lecho de derrota.
 
El árbitro está a punto de vocear el nombre del ganador. Es el último asalto, suena la campana.
 
Me levanto de mi silla y desde mi rincón te recrimino.
 
Y contraatacas con palabras de ánimo y cariño.
 
Preguntas como me siento y cuando dices que curaras mi alma vendándola con jirones de la tuya caigo sin fuerzas.
 
El árbitro comienza a contar, quizás podría levantarme, quizás un último intento, una palabra dura, un desaire, una mirada recriminando..
pero todo es inútil. Tu boca de miel me besa y da su golpe maestro.
 
Te dije que no era buena compañía.
 
Pero nunca pensé que la fuerza de tu amor sería invencible.

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