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El beso Vedado.

De las ramas y la hojas, cuelgan gotas que son posible vida o posible vapor.

Pasos sucedían, sobre las calles de aquella ciudad que nunca dormía, sin embargo, de entre el bullicio el caos y del sonido que nunca se detiene, sucedía que soplaba el viento y hacía girar las hojas con la gracia del aleteo de un ave.

Sucedía a veces que en el aleteo del ave, surgían vientos caprichosos que inspiraban la calma para unos cuantos.

Aquellos cuantos que hallaban la gracia y la calma entre el viento que surgía del caos impertérrito, suspiraban deseos, deseos de calma en aquella ajetreada masa de personas y palabras.
Deseo de hallar un orden o un sentido a aquello que fluía y convergía en eternas posibilidades, imposibles de cuantificar.
A los números les era imposible aquella tarea. El infinito se discurría más allá de lo entendible.
Es eso el tiempo quizá.

En aquella calma bendita de aquel pájaro, deseé con la claridad de un lago virgen a la suciedad humana, el beso que le hallase forma orden y sentido a las cosas, formas, fuerzas y sueños que tejen y destejen esta vida.

Ya ahí, deseando, solo se me cumplió el destino de perderme en mis pensares.

Cuanta pena existía ya en nuestros corazones, que un día pasó que nos encontramos.

Queda en el incógnito, ahí, entre el espacio que permanece indemne de entre el punto y la linea que inicia el signo de interrogación; si es que nos encontramos por el mismo deseo de hallar un beso que detuviera aquella catástrofe de vida y tiempo. un beso que suspendiera las cosas y en la suspensión y la pausa, hallar un orden y una razón, pues todo estaba quieto.

El camino se nos juntó, y por varios días que también se van fluyendo hasta el olvido, nuestra sonrisa se convirtió en una misma.

Nuestros pasos fueron bailes que surgieron súbitos y perfectos, más allá de nuestro entendimiento.

La vida solía sonreír y a veces las cosas parecían callarse y guardar un silencio que solo ellas saben guardar.

Al final, nos pasó el silenció, nos pasó el agravio de nuestras propias mentiras que nos creímos al punto de increparnos daños y cosas que no existían.
Y por último, nos pasó el tiempo, desgastando nuestras manos, segando nuestros ojos, silenciando nuestras palabras, dejando insípidos los labios y sin sentido las miradas.

Ya en aquel momento que ninguno de los dos vio venir, surgió una despedida que era como un secreto a voces vagas. En aquella tarde que era más una noche, un beso sincero no halló su lugar y regresó al corazón, a esperar su momento adecuado.

De aquel momento adecuado, nada se sabe ni se sabrá, pues ya los caminos se separaron y aquella encrucijada quedó vedada de nuestra memoria y atención.

No fue aquella noche, quizá fue el principio, aquella tarde que era más un día en el que nuestras manos se encontraron, la que marcó el inicio y a la vez el fin del momento adecuado.

Aquel último beso jamás sucedió.

Fue el primer beso también el de despedida quizá.

Ni lo vi ni lo recuerdo, está sellado como el silencio de las cosas.

Esto es un homenaje, al mármol que hoy tapa la posibilidad, de aquello que nunca fue.

Ni esperanza, ni raíz ni olvido.
ya se pierde en las miles de muertes, la nuestra.

Piaciuto o affrontato da...
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