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Tribulaciones de una luz apagada

La luz y los ojos cerrados son tan similares como el ocaso y el amanecer.

Apagar la luz, no es cerrar lo ojos, cerrar los ojos a veces es encender una luz.

Apagando la luz se suspenden las formas y nacen las siluetas y secretos. Obscuros, multiformes, sin limites entre ellos, solo la demarcación de lo que es menos secreto.

Apagar la luz es cegar recuerdos, abrir ventanas al olvido, susurrar desgracias al unísono silencio que nunca se detiene, que siempre yace detrás, allá, donde no se le ve ni se le escucha, a menos que se  apague la luz y se cierren los ojos.

Apagar la luz es ver el silencio y escuchar la negrura, atender el rincón, hallar secretos, destapar desgracias, cerrar los ojos.

Apagar la luz suspende la vigilia e invoca un sueño.

Apagar la luz Suspende los ojos abiertos.

La luz nunca se va, solo se suspende, en un tiempo imperceptible, del otro lado de lo que esta siendo.

De alguna vez que no pude cerrar los ojos en la noche y la negrura.
Me hablaron las cortinas y la noche me cantó una canción que ya no recuerdo.

Piaciuto o affrontato da...
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