No quiero
¿Alguna vez hemos pensado en qué pasará por nuestras mentes cuando estemos frente a frente con la muerte y nos queden solo segundos para el último suspiro?
La respiración es pesada, me desespero.
La sangre perezosa, deambula en las cuerdas.
Por el azul y rojo dentro de mi cuerpo
ya casi sin aliento, el corazón me llora.
Acostado sobre mis pecados, el dolor me abraza
y la nostalgia me besa con una cálida puñalada.
Buscando en los recuerdos, miro hacia arriba
sólo para descubrir que el cielo ha muerto.
La vista no es la misma con la edad vanidosa
que todo alborota para notarse clarísima
que todo envejece cuando con ella se topa.
Ya deseo pasar esta tortura, que el dolor pare.
Por los recuerdos que no recuerdo,
esos fantasmas burlándose de mis anhelos.
Pero no quiero ir hacia lo desconocido,
al menos aquí aún sé lo que he vivido.
Aún recuerdo el paisaje de niño,
el olor a la tierra de las calles
o la lluvia anunciando en abril su inicio.
Aunque ya no veo a los que tanto dicen quererme,
todavía quiero oírlos y sentir su cariño.
No quiero abandonar eso e irme a lo desconocido.
No quiero perderme el sabor de la infancia.
Todavía en verano quiero sentir el viento frío.
Extraño sentir las olas del mar
y en invierno, de la piroctenia su bullicio.
El placer de acariciar a los animales
o la mejilla de los niños,
perderme de eso yo no quiero.
Y tengo miedo, de lo desconocido.
Descubrir eso y que no me guste,
eso yo no quiero. Pero ya no importa,
porque en estos últimos segundos
ya no me desespero
y los latidos de mi corazón caen al olvido.
