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Carta de una mujer

Trilogía
Parte - I Confesión
Parte II - Carta de una mujer
Parte III - Delirio clandestino

Adormilado en el sillón, con su acostumbrada música de fondo, saboreando su breve espacio de soledad, le sobresalta el "timbre de la puerta". No espera a nadie a esas horas. Se levanta curioso. Para su sorpresa, una carta.
El corazón le da un vuelco al ver remitente. Intuía y temía su contenido.
Se dispone a reclinarse nuevamente en su sillón, enciende un cigarrillo, mira el sobre, lo olfatea, y reconoce un perfume vagamente familiar.
Titubea, hasta que por fin, lo abre.
Aún le tiembla la mano al leer cada línea. No da crédito. Nunca había recibido unas palabras tan perturbadoras...
Una declaración de Amor en toda regla, de esa mujer (amiga) a un hombre (él), en pleno siglo XXI!!!
Releyó más de 20 veces el papel, como si quisiera gastarlo y memorizarlo, a sabiendas que lo tendría que destruir, muy a su pesar.
Fue tan valiente al mostrarle sus sentimientos, que no pudo más que atesorarlo como el regalo más preciado.
Extrañamente había surgido una sincronización obvia muy fuerte entre ambos desde su primer encuentro, que poco a poco, según se conocían, se fue afianzando.
La situación no era sencilla.
Le gustaba mucho la gente honesta y ella lo había sido, tal vez en demasía.
Es muy difícil encontrar a alguien con quien conectar, pensó. Su personalidad arrolladora y vital le impactó y cautivó.
Igualmente llevaba tiempo analizando esa atracción, tomando conciencia de la empatía mutua.
Contrario a ella, delante suya  permanecía  paralizado, y perdía locuacidad, se quedaba un poco anonadado. También la hubiese besado esa tarde del café, y ella se hubiera dejado llevar, sin embargo no fue capaz de hacerlo, entonces se arrepintió de no haber sido más audaz.
Tenía el corazón desbocado, por un lado saldría  corriendo donde estuviese, y por otro lado se ataría a la pata de la cama... y se ató, al menos por esa noche.
Una idea fija le rondaba,  quería verla, y soltar el freno que por una eternidad le retuvo, por temor a sacarla de su vida, o por respeto, o por ambas.
Estaba claro que a partir de entonces ya nada sería igual, tampoco necesariamente peor, sólo distinto.
Y allí, en la complicidad de la noche, su mundo se trastoca. Incapaz de conciliar el sueño. Se le esfumó la paz...
Fue más pragmático, cogió su teléfono y en la madrugada, después de reescribir y pensar mucho su respuesta le envío un mensaje. Tenía que verla, esta vez, a cara descubierta...

Agosto 2018

#IiRelatoParte

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