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Cenizas de letras

Un diario diferente.

Si tuviera un diario, sería como mi cuaderno rosa Heidi, con brillitos alrededor de la piña dibujada en su carátula dura, que compro en el mismo supermercado una vez termino el anterior.
Allí escribo cada mañana, en mi cama, con un ojo semiabierto, con letra de médico, lo primero que se me viene a la mente.
A veces escribo mi sentimiento de culpa por ese amor inconfesado. En muchas ocasiones mis fantasías pecaminosas. Otros días no se me ocurre nada mejor que la lista de la compra o la agenda del día. Otras veces lo lleno de
Gracias Gracias Gracias Gracias,
así hasta el final, en un canto a la vida, o un clamor a la abundancia. (Me encanta este concepto).
En ocasiones expreso mi resentimiento hacia personas que considero que no han sido recíprocas y escribiendo las pongo a caer de un burro, a sabiendas que el enfado proviene de mí y es conmigo, por esperar algo. Si ya la teoría me la sé, ¿por qué carajo no acabo de aplicarla?
Escribo cada mañana tres hojas, ni una más, ni una menos. Luego me voy al baño y las quemo, no sólo para no tener la tentación de que mi ego relea letras ilegibles, ni para que caiga en ojos curiosos, sino para una vez expresados mis pensamientos, liberarlos al universo en esa especie de ritual de fuego purificador y poder atraer nuevas experiencias mucho más enriquecedoras a mi existencia en esta tierra.
Mi hijo no lo entiende y mi abuela piensa que estoy loca...
No importa, seguiré escribiendo, aunque no tenga un diario, o por el contrario, muchos diarios hechos cenizas.

29-08-18

#Prosa

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