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A la luna

Tú, que vestida de luciente plata,
Tú, que cercada de húmedos albores
Riges  el carro de la noche umbría,
                       ¡Astro de amores!
 
Si quieres ¡ay! que tus encantos ame
Retira ya tu lámpara importuna,
Mientras recuerdo mi perdida gloria,
                       ¡Vélate, luna!
 
No luzcas, no, como lucir te vía
En horas ¡ay! que bendijera el cielo;
Hoy que el destino mi existencia amarga
                       Cubre de duelo.
 
Cual otro tiempo mi ventura viste
Ves impasible mi presente pena:
Sobre las ruinas de la dicha mía
                       Brillas serena.
 
Y eres la misma a quien aroma y culto
Mi alma inocente tributaba un día,
Y en holocausto un corazón amante
                       Leda ofrecía.
 
A ti elevaba mi inspirado canto,
Cual puro incienso de sagrada pira...
Y hoy en mis labios la doliente queja 1
                       Trémula expira.
 
A ti ley que al Universo rige, 2
Y al hombre triste a padecer condena,
La ley eterna de mudanza y duda.
                       No te encadena.
 
Ni ves pasar tu joventad lozana,
Ni ves secarse de tu luz la fuente,
Ni el deseugano con su mano impía
                       Marca tu trente.
 
Sí parda nube, de tu luz celosa,
Por un instante tus encantos vela,
Para arrojarla de tu excelso trono 3
                       Céfiro vuela.
 
Y vencedora tu apacible lumbre,
Mas pura torna y fúlgida aparece,
Mientras la nube que enlutó mi vida
                       Más se oscurece.
 
Si de la tierra tu esplendor retiras
Y noches hay de oscuridad, de duelo,
Vuelves cual antes, y apacible y joven,
                       Mírate el suelo.
 
Mas nunca torna para mi la lumbre,
Que ausente gimo, que eclipsada lloro...
¡No tiene el alma, como tú, de vida
                       Rico tesoro!
 
Síempre serena, inalterable siempre,
Tu marcha sigues compasada y lenta,
Nunca te agita de pasión insana
                       Ruda tormenta.
 
Fanal divino el marinero te ama:
Lámpara fiel en los sepulcros brillas.
Nunca ambicionas superior esfera,
                       ¡Nunca te humillas!
 
De tu destino complacida gozas;
Con tu alba luz al trovador inflamas;
Y en las modestas y adormidas flores
                       Perlas derramas.
 
Al amor place tu destello suave;
Tu palidez a la tristeza halaga,
Y al que venturas de ambición soñando
                       Plácido vaga.
 
Mas al dolor que me desgarra el pecho
Tu helada calma hiere e importuna
Si quieres ¡ay! que tus encantos ame
                       ¡Vélate, luna!

1841

La versión de "Poesías de la excelentísima señora..." (1850) trae otra versión datada en Agosto de 1841 en la que se modifican estos versos:

1. Hoy en mis labios la doliente queja

2. A ti la ley que a nuestro globo rige,

3. Para lanzarla de tu excelso trono

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