El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¿Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Elogio de la sombra
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Alfredo Jiménez G.
casi 3 añosEsta poética enumeración de utensilios, suena tan natural al enunciarla y sin embargo está rigurosamente escandida en pulcros endecasílabos.
Los objetos también han sido cuidadosamente elegidos, son de esa categoría singular que caracteriza al mundo del Poeta.
Dada la brevedad a que obliga un soneto, no se mencionan ahí un puñal que conoció la mano precisa de Juan Muraña y después se jubiló de abrecartas, su colección de relojes de arena y el globo terráqueo que perteneció a José Ingenieros. Tantos objetos que, lo mismo que Borges, permanecen.
Juana Castilla
casi 2 añosAsombra el desapego de Borges, un hombre a punto de irse y que repasa suavemente las cosas que lo acompañan. Tiene ese gusto zen, ese perfil bajo. Muy bello.