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Poesía Mía

Cuando miro en silencio
el lecho blanco de tu creación,
sé que aún andas como revolotear
de mariposilla en mi mente;
entre ideas neonatas,
los pensamientos se atropellan
en la autopista cerebral, y las palabras
pugnan por salir del silencio
oscuro de mi boca.
Decidida me tomas y vas buscando
la vida que sabes, me urge por darte.
Eres como el corazón al amor,
la tristeza a la desolación o Dios
al creyente.
Cuando serena decido bucear
en la calma o la tormenta
del alma nace tu vida,
desprendiéndose de la mía.
A ratos te abandono, por días,
meses, años, no sé, pero te dejo
y, sabes en tus adentros
que sigues siendo letra viva,
prendida en algún pliegue
del corazón.
Las dos intuimos que cuando
te posas en algún pliegue del alma
la dependencia es irreversible.
Aunque, la cotidianidad de la vida
en su vaivén, nos oculte a veces
a la una de la otra.
Poesía eres cielo abierto, la copa vegetal
que oxigena mis afectos.
Mis pensamientos los ubicas, los redimes
o los sentencias con el dedo del ánimo,
que sojuzga día a día el entendimiento.
Desahogo que justifica la actitud
de la alegría, el pesar de la tristeza,
la desolación a veces, recurrente
en la soledad o lo excelso
de la creación...
Poesía mía, irrumpes en mis sueños
y derramándonos sin consumirnos
haces de mis noches días,
sin que yo pueda encadenarte
o exiliarte de mi pequeño universo,
haces inmenso en las cosas más sencillas.
Por eso, cuando pretendo dejarte olvidada
en algún recodo de mis angustias
o de mis alegrías, te busco en la sed
de nostalgias compartidas, en el susurro
de las estrellas que nos iluminan,
en el paso a paso de historias construidas
y, en la promesa cierta de que partiremos
cuando yo muera.

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