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A Juana Borrero

(leyendo sus cartas de amor)

¡Juana Ígnea ¡Isolda nuestra!
¿Quién eras?
¿Dónde estás?
Siento en tus cartas el olor
astralmente salvaje
de la carne de tu alma.
Tu alma fue tu carne. Por eso
no podías vivir.
Tu corazón fue tu atmósfera. Por eso
el amor en tu boca era la Zarza
ardiendo en el desierto.
Si la Otra murió quemada sin querer
tú tenías que quemarte de querer.
¿Qué querías tú?
Arder era tu sino.
Tu amor el fuego.
¡Eloísa, Julieta en una llama!
¡Juana en tu hoguera, sin más voces
que los sueños fatídicos cercándote,
sin más rey que una brasa en el desierto!
¡Ah, no puedo resistir
tu retrato de hurí fascinadora,
de brasa en agonía,
lirio tostado por el absoluto,
Madre imposible, Criolla del Espíritu!
¡El desmayo, el ensueño de la Fuerte!
¡Dominadora dominada por la flor de Titania!
¿Quién eras?
¿Dónde estás?
 
Virgen trágica, nombrada igual que Cuba
De la estirpe de Juan, el Águila de Patmos,
paloma tú de Cuba,
apocalíptico holocausto del amor
¡Ígnea! ¡Más que Isolda! ¡Juana!
¡Muerta en el arenal donde nací!
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