Como Alonso Quijano buscando la Dulcinea
por ásperas moradas, bajo la noche aciaga,
el pensamiento oscila de forma en forma vaga,
y el corazón en líricos quebrantos se recrea.
Más triste y desolada que el pobre caballero,*
bien sé que no sustenta palacios el Toboso,
y aún sigo las pisadas del viento presuroso
y escucho las palabras del bárbaro escudero.
En el encantamiento de moza y hacanea
el pensamiento mira lo que el sentido ignora
y el corazón adora lo que el sentido crea.
Y así en confuso giro, sin tregua, hora tras hora,**
de corazón a mente, de reina a labradora,
ante el concilio triple suspira Dulcinea.