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A tí, muchacho

Recuerdo aquella primera vez que te vi.
 
Tu voz era la melodía más dulce que alguien podría escuchar
y combinaba perfecta con esos ojos tuyos que sin querer cohibí
al momento que en mi quisiste meteorizar.
 
Pero al pasar las horas
tuviste que marcharte.
 
No sabes lo que siente mi cuerpo ahora
que mis brazos no pueden abrazarte.
 
Recuerdo también aquel día
que la chispa de furia ardió.
 
Que lástima me da pensar en aquella discordia
que casi nuestra relación arruinó.
 
Pero para todo hay arreglo
y los desacuerdos no llevan a ningún lado,
solo arruinan lindos sentimientos
que nos tienen enamorados.
 
Estar contigo es mi fortaleza,
tenerte a mi lado me hace bien,
me alegra las noches en que la naturaleza
me destruye la sien.
 
Y así, cuando te vas
mi cráneo enloquece
con sus dolores al compás
del llanto que de mi florece.
 
Me duele no tenerte,
extrañarte es como el infierno
que yace sobre mi pecho
cada vez que no puedo olerte.
 
Porque tu aroma, cariño,
es una puerta al más exquisito de los placeres
que me obligan a mirar tus ojos de niño
mientras me quedo yo sintiéndote.
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