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Entre el bosque

No hay nada mejor
que esa mujer
que me observa con tanto pudor
cada que se aproxima el anochecer.
 
Esa fémina que siempre está en el bsoque frente a mi casa,
la observo desde mi ventana, y ella me mira a mi.
Con su vestido brillante de día
pero opaco y podrido una vez que el cielo se torna carmesí.
 
Recuerdo que cada noche, estiraba su arrugada y putrefacta mano hacia mi ventana,
como diciendo “acércate querido”.
Yo, ingenuo, pensaba “¿cómo puedo acercarme a ella? Me aterra”
pero, aún así, hace pocos meses, cometía el error de hacer lo por ella pedido.
 
Y así, no necesité valentía para acercarme a ella,
después de todo, fui de día.
Y ahí estaba, tan linda, tan radiante, que me costaba creer que esta bella
dama, posteriormente se transformaría en lo que hoy es para mi la peor de las estadías.
 
Porque no me habló hasta que anocheció
y noté una peste de su boca
mientras de sus ojos brotaban toda clase de insectos
y gusanos, a la par de su cuerpo que se llenaba de moscas.
 
Y entre el bsoque,
corrí lo más que pude.
Pero ella me alcanzó... quitándome lo único que me quedaba.
La vida.
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