El poeta muerto

Café no es lo mismo que jugo

El café,
un río oscuro que serpentea la soledad,
amargo, como las palabras que nunca se dijeron,
como el recuerdo de un amor que se fue.
Es el aliento de la vigilia,
el látigo que empuja al cuerpo cansado,
pero también la daga que hiere al tiempo,
robándole horas a un sueño postergado.
 
El jugo,
una risa líquida en medio del desierto,
dulce, como la inocencia que aún respira.
Es el alivio del calor que aplasta,
la fruta exprimida que llora su néctar,
un consuelo breve,
un susurro que alivia, pero no redime.
 
El café,
un lujo para algunos,
un refugio para otros.
Es el veneno elegante de quienes enfrentan la madrugada,
la droga sutil que alimenta al poeta,
al obrero,
al amante perdido en la penumbra.
Un manjar para ancianos que ya no temen el reloj,
que lo beben como quien abraza el ocaso.
 
El jugo,
un mandato en la mesa de los niños,
un color brillante en manos pequeñas.
Es un festín sin complejidad,
una promesa ligera,
pero no menos cruel:
la fruta que se exprime no vuelve a ser árbol.
 
El café,
en su vapor lleva las penas de quienes lo toman,
cada sorbo un pacto con la fatiga,
cada taza, un recordatorio de que el tiempo es cruel
y la eternidad no tiene espacio para el descanso.
 
El jugo,
una tregua fugaz con la sed,
un arcoíris que se disuelve en el paladar.
Es un grito de vida,
pero también un canto de despedida.
La fruta que muere para saciar al hombre
lleva en su dulzura el amargo eco del sacrificio.
 
Entonces dime,
¿puede el café ser lo mismo que el jugo?
¿Puede el verdugo del sueño
ser igual al canto fresco de una naranja rota?
¿Puede el amargo testigo de la noche
compartir altar con el dulce rastro del mediodía?
 
No,
el café y el jugo no son iguales,
como no lo son el duelo y la fiesta,
la herida y la caricia,
la sombra y el rayo de luz.
 
Ya ves,
el café no es lo mismo que jugo.

Este es un poema de @Alie B. Está adaptado a mi estilo.

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