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La Visión

Yacía oscuro, los párpados caídos hacia lo terrible
 
acaso en el fin del mundo, con estas dos manos insomnes
 
entre el viento que me cruzaba con sus restos de cielo.
 
Entonces ninguna idea tuve, en una blancura enorme
 
se perdieron mis sienes como desangradas coronas
 
y mis huesos resplandecieron como bronces sagrados.
 
Tocaba aquella cima de donde el alba mana suavemente
 
con mis manos que translucían un mar en orden mágico.
 
Era el camino más puro y era la luz ya sólida
 
por aguas dormidas, resbalaba hacia mis orígenes
 
quebrando mi piel blanca, solo su aceite brillaba.
 
Nacía mi ser matinal, acaso de la tierra o del cielo
 
que esperaba desde antaño y cuyo paso de sombra
 
apagó mi oído que zumbaba como el nido del viento.
 
Por primera vez fui lúcido mas sin mi lengua ni sus ecos
 
sin lágrimas
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