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PROBANDO

Iba de mal humor desde que salieron de casa, solo de pensar en vivir en otro sitio se ponía enferma, ya no estarían sus amigas, ni sus compañeras de clase.
Encima la casa estaba en las afueras del pueblo aquel perdido de la mano de Dios, ¡Puta hostia! ¡Qué coraje! El padre la miró y sonrió, venga Lisa tampoco es para tanto, son solo un par de meses mientras termino el trabajo de la casa.
Por fin después de un camino estrecho lleno de árboles añosos en las orillas, llegaron a la casa.
Esta era imponente, de piedra con grandes ventanales, estaba rodeada de hiedra, la puerta era enorme, de madera oscura, con una cruz como aldaba.
A los lados había grandes rosales marchitos, la hierba parecía quemada alrededor de aquel palacete, Lisa miro la casa con cara de aburrimiento y le dijo a su padre—¿entramos?—Claro que si, ¡vamos! Sacó una enorme llave y abrió la puerta, el hedor era insoportable.
—Uf! Qué asco! ¿Por qué huele tan mal?
—No lo sé, ahora lo averiguaré, algún animal atrapado que haya muerto aquí, Lisa puso peor cara aún.
—Vamos a echar un vistazo, el padre se adelanto y empezó a recorrer las habitaciones de abajo, ella solo miraba las escaleras, decidió subir a ver que dormitorio podía coger. Arrugo la nariz y se quedó muda del susto ¡Una silueta había pasado delante de ella! Por fin pudo gritar llamando a su padre, el hombre llegó corriendo con cara sofocada -¿Qué pasa? –Alguien ha pasado por delante de mi, no sé que era, una sombra, no lo sé. El padre la tranquilizó y ella empezó a pensar que había sido efectivamente como decía él imaginaciones.
Subieron y la sorpresa fue mayúscula todo estaba inmaculado y bellísimo, solo lo oscuro del mobiliario era un tanto discordante con la cantidad de luz que entraba por las ventanas y las cortinas blancas.
Decidió descansar un rato antes de cenar, el dormitorio elegido era muy elegante y las cortinas espesas y rojas, la cama se veía cómoda, se sentó y sin darse cuenta se durmió.
Unos golpes la despertaron sobresaltada, atontada aún por la pequeña siesta pensó que sería su padre, pero un nuevo golpe en la cabecera de la cama hizo que diera un salto. -¡Despierta! Con los ojos desorbitados miró aquella niña vestida como las cortinas de un rojo sangre, rubia con tirabuzones y unos hermosos ojos, pero había algo que no le gustó, una sonrisa helada, que parecía de una persona mayor.
¡Levántate! ¡Tienes que venir a la fiesta! ¿Qué fiesta pregunto helada? ¿Quién eres tú? Lisa sintió como la mirada de la niña se clavaba dentro de ella y sin ofrecer resistencia fue trás ella.
Entraron a una habitación, allí varios niños y niñas jugaban con un pequeño conejo, se lo tiraban unos a los otros como si fuese una pelota, el conejo estaba destrozado y había sangre por todos sitios.

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