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Poemas sin nombre: LXXXVIII

Necesito que me ayudes a dormir el corazón enfermo, el alma que no te supo encontrar, la carne herida que todavía te busca.
Necesito que me serenes, y que seas tú mismo, porque nadie más puede hacerlo.
Necesito que corras como agua sobre mí, y me apagues, y me inundes, y me dejes quieta, alguna vez quieta en este mundo.
Tengo un gran deseo de dormir aunque sea en la tierra, si la tierra no se parece todavía a todo lo que sobre ella amé vanamente, si no sigo encontrando en la tierra el rastro de mi vida jadeante.
A nada temo más que a seguir siendo yo misma; a seguirme conociendo sin haberte conocido.
Y qué cansada estoy; parece que luché con el mar... Parece que el mar me golpeó el cuerpo y me empujó contra las piedras y que yo, enfurecida, cogí el mar y lo doblé en mis brazos.
Me duelen los huesos; me duele hasta la ropa que traigo puesta. Y me duele también la soledad después que me dejaste encenderla con mi boca pegada contra ella.
Preferido o celebrado por...
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