Embarcado en el navío que a contra viento raudo avanza,
sobre aguas en que el olvido escondido ha florecido,
Tocando con su mástil majestuoso el alto cielo,
en cuyo seno suspendido fulgurante el astro vivo.
Y me visto de pesadas vestiduras,
me rindo al peso insoportable,
Oscura atracción que el misterio al alma ejerce
al tesoro que celosas guardan las sirenas.
Más oscuro que el nigredo, dichoso y solitario,
decanta la materia, que a mi cuerpo daba forma,
Y el alma tan tranquila que disuelta en la espesura
en sueños yace inmersa plácida y segura.