Cargando...

IV: Gotas de muerte

“Ya han pasado catorce gotas de Cyclogyl y este pobre ignorante se queda lejos de la imaginación que se distingue entre un mendigo y un plebeyo, se parecía como un juglar tratando de hacer sonreír a su pequeña presa (la barriga), que estaba marchita por este viaje tan decepcionante que pensamos que iba a terminar.

“Seré un Clérigo para que asistas a mi ministerio y aprendas lo que es el saber.

“Me cansé de andar sin rumbo dando vuelta alrededor de la manzana, me la comí y parecía que estaba como la encantada.

“Si no sabes a donde llegar búscate una brújula; para darte luz a donde debes ir.

“No seas ya más un pleonasmo en todas mis oraciones que, aunque quiero que sean antónimos para no poderte descifrar, haré lo posible para no dejarme llevar, de tus horribles encantados al tratarme de elevar.

“Me conviene tu sonrisa no muy conveniente a la hora de poderme llevar a tu regazo cuando viene Pegaso al punto de despegar.

“Joder, eres tan insistente contigo mismo que nunca te haré un abandonar.

“No me das pena, pero te tengo envidia por no querer abandonar este mundo tan cruel y horrible que Dios acaba de crear; como en el huerto del Edén, no trataré de desperdiciar una vida tan hermosa que me acaban de regalar, tus ojos, tus córneas y tu fe”.

Otras obras de Emil Cerda...



Top