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Soneto agonizante

¡Ah, cuándo vendrás, cuándo, hora adorable
entre todas, dulzura de mi encía,
en que me harte tu presencia. Envía
reflejo, resplandor al miserable!
 
En tanto que no acudas con tu sable
a cortar este nudo de agonía,
no habrá tranquila paz en la sombría
tienda movida al viento inconsolable.
 
Luz Increada, alegre la soturna
húmeda soledad del calabozo:
desata tu nupcial águila diurna.
 
Penetra hasta el secreto de mi pozo.
Mano implacable... Adéntrate en la urna:
remueve, vivifica, espesa el gozo.
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