Hay que morir mil veces
antes de volver y volver a morir
sin darnos cuenta
que hemos muerto
a veces
Eramos el asunto más arriesgado del riesgo
Cuando estás en el foso no sabes
si es un agujero negro el cuajo de la vida
o si es un laberinto ciego ante ti
mintiendo
Nos desesperan los coche-bombas
y las abuelas que crujen como el universo centrípeto
donde los dioses de juguete
arden tan hermosos
Una vez noté que los senos
que llevaba encima una mujer en la Carraca
eran lumínicos
como los gatos estroboscópicos de Mazinger Z
y sus velas de Venus
La carne no sabe de donde viene o adónde va el espíritu
Un día sonó el teléfono
en ese viejo taller donde la máquina
de manos supo del poeta
saludando al irse
sin retorno
La coca y el alcohol de todos los colores
en un cielo de infierno
hace parir odiseas en los sesos
más clandestinos
Hay que saber que no morir
es estar atento a las carnes del alma
Unas veces se es rayo, seno en hojuelas,
orgasmo inmigrante
como el que susurra en púrpura
un no sé qué
todo volátil
en duendes que inician elevaciones del descenso
Hay que saber serse
ojear pléyades en la Carraca
donde humeas
siglos y cuervos blancos
delicados y altivos en los senderos
de lo invisible
Hay que saberlo
Ender Rodríguez