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Lejos de la lujuria

Pienso mi pestañeo suave
Cómo una rosa que hipnotiza a su muerte.
Resulta mi ser celibato, ser inherente
A la aguja eremita que agita a las serpientes.
 
Descarnada mi piel, puja y puja un poco más,
Que por querer hilar mis heridas me siento ave;
Mis alas de nácar, de caras secas,
Siluetas muertas al ojo del clero secular.
 
Algún día tendré que aceptarme:
Yo cómo joven bucólico; yo cómo alma irascible;
Yo cómo habitante lejano  de la lujuria y los placeres del mundo.

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