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Condenados:

La condena del poeta
son las letras.
La condena del poeta
son las tinieblas.
La condena del poeta
son las letras entre tinieblas.
La condena del poeta es dormir poco
o dormir mal.
La condena del poeta es el dolor
de la sensibilidad.
La condena del poeta es estar roto
por dentro.
La condena del poeta es la soledad.
La condena del poeta es el temblar
al recordarte.
La condena del poeta es vibrar.
La condena del poeta
son las letras.
Que no puede dejar.
La condena del poeta
son las tinieblas.
Que él llama hogar.
La condena del poeta
son las letras entre tinieblas.
Que lo aplastan.
La condena del poeta es dormir poco
o dormir mal.
Siempre en soledad, sin nadie que abrazar.
La condena del poeta es el dolor
de la sensibilidad.
La condena del poeta es estar roto
por dentro.
Rasgado, expuesto, revelado.
La condena del poeta es la soledad
en la tumultuosa niebla de la ciudad
detenida.
La condena del poeta es el temblar
al recordarte.
La condena del poeta es notar tu ausencia
Entre tantas presencias falsas.
La condena del poeta es vibrar
en resonancia permanente.
La condena del poeta es no querer ser poeta.
Es negarlo, vomitarlo, arrancarlo de su piel.
La condena del poeta es ser un paria, un rechazado,
un punk, un loco, un marginado, un mártir,
una niñita aterrada en su cama por las noches.
Una pesadilla recurrente que te espera en la oscuridad.
Sentir el dolor en la mirada del otro.
Un dolor al respirar.
El cosquilleo ansioso en la boca del estómago.
La ansiedad, el pánico, el querer gritar un aullido
en el medio del vacío de la soledad.
Sacarlo de uno mismo, poseído.
Y volver a la condena de las letras.
Como salvación vital o condena brutal.
La condena del poeta
son las letras.
Tú me entenderás.

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