Sin reconocer

Envuelto en la noche entre emboscadas de rumores, ahora escribo y me detengo; hace instantes venia en un coche entre calles y luces apagadas, mis pensamientos se encendían, enjambres de letras y jardines de imágenes. El coche andaba en barrios dormidos mientras pensaba: ¡yo creo en los hombres!, Por eso escribo a la luz de una lampara, danzando en las horas, marchando con letras, después no sé si creo en los astros o en los hombres, (ni sé dónde van los puntos y las comas) y el hedor de estatuas esculpidas detrás mío se percibe, en un vaivén de aromas me logro confundir entre jazmín y el petate quemado, cada semáforo me parece una constelación, constantes modulaciones reverberantes de volumen me sumergen en una marea de maravillas.
Música eléctrica y de metales, me abrazan como el viento o agua, mi alma se desencaja al sol del medio día (¡sigo escribiendo sin conocer! Justo a la mitad de, no se si el tercer o cuarto día trato que mis versos y melodías sorprendan, o mediocremente siquiera entretengan, hablando y alardeando con superfluidez de epistemología y filología ¿Soy crédulo? ¿Soy un loco? ¿soy un santo? O un cabron simplón desnudo, desgreñado y embadurnado.
No sé a qué región del ser he llegado, ¿a qué mundo y a qué tiempo arribé? ¿A qué existencia?  Cada letra es un germen, tengo hambre de droga, tal vez vi a Krishna o árboles centelleantes, entre mis pensamientos desbocados soy un méndigo bufón, un rey maldito en lo mismo, siempre es lo mismo, en mí mismo encerrado, soy un ídolo podrido, no sé qué tema tocar y el coche sigue entre las casas.
Espero siempre con premura mi hora inestable, y que aunado a mi pipa, huya de los interminables días, tengo hambre de vida también de muerte, sé lo que creo y sé lo que escribo, son mis mis ancestros y aledaños, yo también soy una historia, una memoria que se reinventa, he deshecho y esculpido mi ser entero, conciencia y puños para asir el tiempo, yo siempre hablaré y estaré conmigo,

Mientras el coche avanza a oscuras te veo en el espejo.