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III b– Teorìas (poèticas) de la danza

Los poemas no deberían ser explicados. Son libres para proponer nuevas experiencias.
Ellos pueden explicarse por sí mismos. En eso consiste una parte importante de su valor.
Un poema se explica cuando es recibido. Cuando hacemos para que nos pueda afectar.
Y las transformaciones, pequeñas y grandes, implícitas o evidentes, significan sus explicaciones.
Pero, a veces, podemos ofrecer algunas explicaciones. En este caso, respecto del poema de la semana pasada,
escribí otro, donde a cada línea del primero corresponde la misma línea en el segundo.
El primero se llama III, y el segundo se llama III b

Primero, parece que no estaba. Estaba muy profundamente dormido.
Muy adentro. Parecido a un poco de tierra.
Sin embargo, unos aires soplaban sobre mí. Mi parte más alta ligera.
Dormido y también volando.
Lo evanescente me paseaba y también como un poco de tierra en mis zapatos.
Y nunca dejaba de pasar. Lo otro y lo mismo.
Venían avenidas de cosas. Por arriba y por abajo.
Lo denso se explicaba con lo sutil.
Pero lo denso ganaba. Y ganaba. Y ganaba.
Entonces, de entre medio apareció.
Resonando en la tierra y en el cielo.
Resonando cualquier cosa en cualquiera.
En un estallido se hicieron de mi.
Y sueno y reboto. Y bajo.

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