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Los extraños retratos

Ahora que estamos solos,
infancia mía,
hablemos,
 
olvidando un momento
los extraños retratos
que nos hicieron.
 
Hablemos de lo que tú y yo,
por no tener ya nada,
sabemos.
 
Que esta solitaria noche mía
no ha tenido la gracia
del comienzo,
 
y entré en la danza oscura de mi estirpe
como un joven tristísimo
en un lienzo.
 
Mi imagen sucesiva no me habita
sino como un oscuro
remordimiento,
 
sin poder distinguir siquiera
qué de mi pan o de mi vino
invento.
 
En el oscuro cuarto en que levanto
la mano con un gesto
polvoriento,
 
donde no puedo entrar, allí me miras
con tu traje y tu terco
fundamento,
 
y no sé si me llamas o qué quieres
en este mutuo, extraño
desencuentro.
 
Y a veces me parece que me pides
para que yo te saque
del silencio,
 
me buscas en los árboles de oro
y en el perdido parque
del recuerdo,
 
y a veces me parece que te busco
a tu tranquila fuerza
y tu sombrero,
 
para que tú me enseñes el camino
de mi perdido nombre
verdadero.
 
De tu estrella distante, aparecida,
no quiero más la luz tan triste
sino el Cuerpo.
 
Ahonda en mí. Encuéntrame.
Y que tu pan sea el día
nuestro.
Preferido o celebrado por...
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