Yo escribo el último verso o vierto  el vaso para así  dejarlo vacío.

Tanto tiempo paso ya, tanto amor nos rozó sin quedarse. Ninguna rosa fue deshojada por ese camino, ni tanto duro como lo planeamos. Pero todo por buen servido acaba. Tantas veces te hable de la lluvia y de la luna sin decir ni una sola palabra hasta el día en que llegaste me miraste y contaste él acerca de cómo al ver llover te acordabas de mí, pero las mentiras siempre pasan, la gente crece y perdona. Yo te perdono. Porque nunca te pedí que te quedaras, nunca te pedí un después, nunca te quise tener de vuelta, nunca firme un mañana.

Y eh aquí  el hoy y el fin, aquí el punto final de la historia. Quemar las naves poco a poco hace que el viaje sea más largo, más lo decidí y encontré el camino a casa. No eh de arrastrar más nombres conmigo, no de esta forma tan tristemente feliz que me hace inhumana.

No pensé en volver a escribir algo a la altura de tus embestiduras, más eh sabido desde hace tiempo que la única liberación que tengo con mis sentimientos se basa en dos ramos el llanto y la escritura, el llanto no lo conozco más porque mis alegrías han ganado un lugar en mi presente y la escritura siempre me ha dejado conceder mis más sinceros y lujuriosos pensamientos en voz alta. Y hoy me empeño a hacer volar cada pedazo que no conozca o que reconozca de ti. Ya no tengo miedo por si antes lo tenía, ya no me pesan las horas por si antes cargaba con ellas.  Así quizás sea esto lo que el viento se llevó.

Fin.