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En el gris de la tarde

En el gris de la tarde de plomo,
cuando todo invita al desaliento,
repaso los días de fuego que viví a pleno pulmón,
respirando el elixir de la belleza tranquila.
Gocé caminos hollados por los festejos sublimes
de la eterna juventud.
 
Hoy, en el umbral de mi tiempo,
rememoro el olor de los jardines
que acompañaron mis días.
Hoy, de nada me arrepiento,
amé y fui correspondido
en mi largo deambular
por la senda soñada.
 
Si fracasos sufrí, los superó el cariño,
las tiernas caricias compensaron la pena,
me olvidé de las puertas
que cierran los senderos.
No guardé los agravios,
sólo el amor sincero
del que gocé en exceso.
Ahora, al borde del lago
de las aguas tranquilas,
cuando acuda el barquero del último viaje,
no lloréis por mí, fui feliz con vosotros.
¿Qué más puedo pedir?

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