Los mocos para adentro, el aire para afuera.

Parados en el anden, que está lleno de gente corriendo para llegar a un tren que saldrá o no saldrá,
pero todos llegarán a sus casas o a donde estén yendo.

Porque en esta vida sólo hay una cosa clara:
Cada uno de nosotros recorrerá su camino hasta el final.

Y a veces nos creeremos que nos hemos perdido, o que nos hemos salido de el camino. A veces nos sentaremos a descansar, y al alzar la cabeza no sabremos de que lado venimos, pero volveremos a andar y recuperaremos el camino. Ese que nos da seguridad, dirección y un motivo para seguir andando. Ese que se hace eterno, y a el cual solo se le ve el final cuando lo tenemos enfrente. Ese que nos tropezara, y nos recogerá en el suelo, aunque a veces nos parezca duro y frío a la luz de la luna, volverá a llenarnos de calor y energía cuando salga el sol, dándonos una superficie para poder empujarnos para adelante con cada paso.

Porque el camino nos proporciona un suelo, pero somos nosotros los que tenemos que decidir andar. El camino no nos sujeta ni nos dice a dónde ir, pero nos enseña a dónde podemos ir. El camino, Tu camino, lo vas a caminar. Nunca vas a caminar el de otro; aunque tú te creas que si. Por que hagas lo que hagas aunque sea andar marcha atrás para ver las grandes montañas al final hacerse pequeñas, o correr hacia adelante como un descosido para ver como el pequeño riachuelo que nace a lo lejos se hace real, y poder quitarte la sed para sentirte saciado aunque sólo sea por un momento, habrás andado tu camino.

Así que anda, corre, descansa. Pero nunca dudes del camino, porque es el tuyo, y no te has equivocado.