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Querido Diablo.

Cuando el cenicero este lleno y mi boca se haya saciado todos sus deseos, yo te voltearé a ver. Serán tus ojos, querido diablo, mi única compañía.  Quiero que vivas conmigo, no ahora, pero sí cuando mi jardín este seco y la ciudad ya no sea una fiesta. Cuando sólo seamos nosotros y los otros, los del pasado, sean ceniza y viento.

Querido diablo, que sean tus dedos los que pongan el vino en mi boca y tus manos las que golpeen mi espalda en la náusea de la culpa. Yo sé que me podrán faltar las ganas para abrir los ojos y el cansancio de esta vida me tumbaran a la cama, pero tú, mi querido compañero, no me abandones.

Teje con mi pasado la cuerda que sofocará mi aliento. Cuando tema de la oscuridad eterna, susúrrame al oído: Vamos.

Por favor, diablito mio, incítame a volar, mece mi cuerpo y mantén tensa esa cuerda que serán mis alas.

Amado amante de nosotros, los de la derrota, quédate conmigo cuando todo ya no tenga sentido. Cuando la lluvia ya no me arrulle, cuando el viento ya no me cante, cuando el sol ya no me ilumine.

Diablito mio, te espero al caer la noche.

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