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Varios poemas de Gustavo acerca de lo mismo.

I
 
Volviendo,
desamorado,
indoloro,
del presente de un pasado
que ya no es,
digamos,
un futuro,
me siento sin sentires,
el inhumano;
aquella presencia
de lo que no fue,
de lo que no ha sido,
de lo que no ha tenido lugar:
sólo aquí es el lugar,
la solitaria palabra ser sin materia,
el ser sin su existencia,
el ser imaginario
que sufre de amor imaginario
por otro ser, ahora, imaginario.
Volviendo,
desamorado, con amor;
indoloro y con dolor;
de una presencia en el destiempo,
de la imaginación de sernos reales.
 
II
 
Del terror de la lejanía
del grito no escuchado,
y de donde surge el sagrado
Imperio de las cercanías,
de aquel,
me dirías,
lugar de distancias
y encuentros,
separaciones y momentos
que se asemejan a la vida,
se elevo,
convaleciente,
un cuerpo de Abadía,
de sacrílego tormento,
sobre el que cayó,
inmensamente,
la lluvia, por un tiempo,
fría.
 
Y resistí,
lo hice, María,
por tenerte cerca y lejos,
por gritarte por momentos
que debías de ser mía...
 
María, ser libre en jaulas de letras.
María, Sol de oro de los días...
 
III
 
De besos,
de noches,
de recuerdos, olvidos,
de la hoja en blanco escrita;
y de todas esas cosas,
que tú dices,
bonitas;
salió el querer correr,
escapar,
de la tristeza.
Un luchar constante
contra el fuego donde nos buscamos—
y el dedo se desespera y obliga al mal narrar—
dónde nos despedimos (y era hielo).
Una palabra constante
para el tiempo cambiante:
tristeza.
 
IV
 
Esté frío aquel guante
que te regalé,
María.
Sí supieras,
todavía,
el largo arranque de mi pecho...
Y eligiendo Internet
frente al pasado,
donde la manzana mordés
y decís presente—
hablabas de Macbeth
y no leíste a Shakespeare—
subiste, manantial,
contra la lluvia...
 
Esté mojado el paraguas
que usas,
María.
Hoy llueve contra mi cuerpo
y es tarde:
subiré a hacerme un café
a mi departamento,
—y por un momento
querré llamarte,
triste, solo,
por teléfono.
Pero no lo haré:
hoy sí que llueve,
María;
algún día te daré el guante
izquierdo,
pero tengo frío
(y tiemblan mis dedos
contra las letras).
 
V
 
Y el final de aquel cuento te decía:
 
Y la mujer miraba hacia abajo,
en lo lejos, en la distancia,
temiendo ser enterrada boca abajo,
inclinada,
inmóvil.

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