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Sexo, trenes, arenas y la espera: poema 1

 
1)
 
Lo antológico,
mi terreno de juego,
mi parque donde espere amigos a montones...
pero se fueron, descuidadas, las hormigas
a sus cuevas.
 
2)
 
En el ocaso de las casas,
de los cafés a la mañana,
te vi colocar tu instinto
en el punto fijo de sus uniones.
 
Ella, mujer, no se quejaba, ya no más.
Y tú: la Blue moon de las calles a ultraluz rosada,
me mirabas— ave en el cuerpo centrando sus ojos—
en algo que no era carnada ni trampa,
ni deseo ni juego
marital sobre las sabanas.
 
3)
 
Sé que te disgustaba, que los poemas
al mediodía, recitados con la voz más usada,
no eran precisamente lo que queda
después de los años ya pasados.
 
Nuestras familias rezaban, leían la Biblia;
nosotros diciendo plegarías,
a toda hora,
al café oscuro, a la cerveza rubia,
y tantos besos
a la paz pura...
 
4)
 
Lo antológico,
mi terreno de juego,
mi parque donde espere amigos a montones...
pero se fueron, descuidadas, dos hormigas
a sus cuevas.
 
Si tienes las ganas de amor desbocado,
del sexo sin falos,
de las pieles sin bello,
de mármol blando en las manos...
 
...debiste dejarme en la casa,
ser testigo sin ser partícipe,
aquel que mira por un vidrio:
dos cuerpos que bailan
danzas iguales sin un espejo;
con una cama para dos cuerpos.
 
 
 
 
5)
 
Lo antológico,
mi terreno de juego,
mi parque donde espere amigos a montones...
pero se fueron, descuidadas, las hormigas
a sus cuevas.
 
                     Entramos, los tres, en un juego
                           donde las reglas escritas
                                  no valían nada;
                  qué eran aquellos, los que buscan
                            perdón por cien años...
 
                     Qué eran aquellos tramposos,
                                aquellos infames,
            infames animales de naturaleza binaria...
 
                 Arquitectos del destino nos dijimos,
                       dos o tres, las grandes masas
                                 que nos ocupan...
 
                 La minoría de millones moldeaban,
                                  manifestaban;
                nosotros, orejanos en la vida ancha,
                                       temíamos;
                                       temíamos;
                                       temíamos;
                             la marca retrograda;
 
cada uno temíamos por el otro.
Tememos,
temeremos,
temo.
 
6)
 
Lo antológico,
mi terreno de juego,
mi parque donde espere amigos a montones...
pero se fueron, descuidadas, las hormigas
a sus cuevas.
 
Vivían en el siglo XVII disfrazados de futuro,
con disfraces maquivélicos
(sin evocar a Maquiavelo).
 
Querían imponer el bien del Edén,
el mal del Adán,
de la Eva,
someter al humano al documento,
al papel,
al papel del Banco, y al esperma.
 
Todo era una felicidad
hasta que Gepetto vio en sus muñecas
hilos,
finos y firmes,
hilos de madera.
 
 
7)
 
Lo antológico,
mi terreno de juego,
mi parque donde espere amigos a montones...
pero se fue, descuidada, una hormiga
a su cueva.
 
Yo, insecto; reloj de carne y espejos.
Cómo no hablar de yo con estos dedos,
con esta boca que sólo dice palabras,
no grita,
no provoca a la sangre.
 
Amar o no amar, es la medida de mi carne
y mi arena.
Amaremos los tres, quién sabe qué cosa...
Te amaras,
me amo,
se amará,
qué importa.
 
El sexo: que penetre en mis manos.
Qué importa en las horas...
entre mis labios,
 
y no vienes de carne, ni arena,
ni espejo
tan siquiera.
 
Pensaré cada viernes
que viene lunes;
y de la Luna al desayuno
no soñaré con sexo.
 
8)
 
Lo antológico,
mi terreno de juego,
mi parque donde espere amigos a montones...
pero se fueron, descuidadas, las hormigas
a sus cuevas.
 
La trilogía de la historia
es indolora.
La memoria del pasado-futuro
contiene engaños,
olvidos y mujeres.
Para nosotros hombres, mujeres,
rectángulos y círculos,
todas las formas geométricas,
corporales,
humanas;
la antología completa.

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