Resides en mi cuerpo
Eres mi cuerpo.
En mi palma está dibujado el camino que lleva tu nombre
Vivo en el recuerdo de tu abrazo intangible, en la memoria táctil de todo tu sentir desbordado sobre mi cuerpo.
Tenue rosa, dolido deseo abandonado a plena hora de la muerte.
El abismo desciende ya sin pies ni sombras por sumergirse en tus aguas de cristal anochecido.
Un paso en falso y escucho tu voz rasgar las paredes, sesgar mi garganta, aterrizar en mis huesos cómo cáncer.
Cada marca está bañada de tu saliva y sellada con tu hiel.
Marcas que tienen vida propia, pues te quieren por si mismas, duelen de ti individualmente.
Sigo construyendo de mis huesos tu existencia, sigo divagando en la áspera calle de la ausencia, y aquél tu recuerdo inaudito que no cesa.
Rechazo eterno de la carne yerma, sentimiento vano que habita en la herida del tiempo.
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