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Dilan

 
 
habrá muerto un niño en manos de la turba:
 
lo asesinó la reyerta,
 
habrá muerto el hombre que pudo atardecer
 
con la fronda de su olivo,
 
el anciano para contar los rezagos de esta batalla imperfecta,
 
oprobios del mismo dueño,
 
amos de mentes rubicundas se desarman al oído;
 
fue la contienda al doblar las calles del centro
 
cuando la voz del Transmilenio serpenteaba,
 
fue tu bóveda blanca mientras cruzaba la mañana,
 
la marcha está vestida de escarnio por el dolor de las madres:
 
un niño que nadie ve está en la punta de todos;
 
la marcha se desenreda con piedras y fustas tumultuarias,
 
es tan grave que Dilan no sienta palomas
 
como nuestros pasos atormentando madrugadas.

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