Chago
Chago se levanta temprano,
Se asea, toma un baño,
Almuerza algo rápido,
Suspira un café amargo.
Chago soporta el letargo,
Pero, sin embargo,
Se susurra ser el mejor,
Sin joder a varios.
Chago se observa raro,
Al filo del espejo,
Sueña para dentro,
Exhala el infierno.
Chago sale y se pierde,
En el vintage natural,
De un camión sin gente.
Chago sale disparado,
Se asfixia amenazado,
Le tiemblan las manos,
Las voces son lacayos.
De sus más íntimos sentimientos,
Chago se hunde en su aislamiento,
Cruel ufano nerviosismo,
Un grito de auxilio.
Un mercader en exilio,
Una fría lámpara sin brillo,
Una coartada al consumismo.
Chago corre sin saber a dónde,
Chago sin querer se esconde,
Chago se mira insomne,
Abriendo un sobre.
De su última voluntad,
Que sin creer absorbe,
De un vestigio de intimidad,
Una extinta charla familiar.
Chago se muere,
Duelen las lenguas,
Le exigen hirientes,
Obediencia eterna.
Chago se mueve hacia ayer,
Chago se esculpe en placer,
Chago es ese niño otra vez,
Chago sufre por obtener.
Esas ligeras palabras,
Que salvan su alma,
Chago no puede ver,
Chago vuelve a creer.
En que renace sano,
Vuelve a casa,
Toma una navaja,
Acuña sus causas.
Chago descubre sus migrañas,
En filosas campanadas,
Que atraviesan su garganta,
Chago se desmaya.
Y lentamente perece,
Chago ya no quiere,
Despertar y andar,
Entre tanta gente.
Y dice.
Ahora puedo volar,
Cantar entre montañas,
Bailar con cortesanas,
Sin recuerdos de ventanas.
Ya no hay culpas,
Se sueña de día,
Hola mi familia,
Perdonen mi avaricia.
Chago se muere,
Y la masa lo juzga,
En algunas semanas,
Cuando alguien se pregunta.
¿Dónde está ese loco?
El ingenuo roto,
Que habla de romper cercos,
Del dolor de los sesgos.
Y escupirán especialistas,
Desconocidos, arribistas,
Buscadores de opinión,
Hipócritas de sillón.
No genuinos,
Ni recíprocos,
Para chago,
El peatón apresurado.
El solitario insano,
Un terror nunca auxiliado,
Un anochecer de esclavo,
Un inacabado cuento diario.
