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Voz

Tú me llamaste al íntimo rebaño
—única voz que manda cuando implora—
mientras la burla despreciaba el daño
y florecía, en el cardal, la aurora.
 
Era la intacta juventud del año.
Principiaban el mes, el día, la hora...
Y el corazón, intrépido y huraño,
te oía sin creerte, como ahora.
 
Ay, porque —desde entonces—ya disperso
sobre la vanidad del universo,
a cada paso, infiel, te abandonaba
 
y con cada promesa te mentía
y con cada recuerdo te olvidaba
¡y con cada victoria te perdía!
Préféré par...
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