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En la muerte de mi amigo

Luis A. Vergara R.

Alguna amarga lágrima vertida
Al pensar en lo bueno del ausente
Como signo de eterna despedida,
Y una oración de mística tristeza,
Aspiración de la amistad doliente,
Forman los dones que dejar podemos
Cabe la fresca y entreabierta fosa
 
De aquel que en el albor de su mañana
Supo cruzar la ruta peligrosa
Con noble amor y con cristiano celo;
Mirar lo inmenso de la lucha humana
Y en plenitud de vida y de esperanza
Decir ¡adiós! a la mentira vana
Y hacia otras playas dirigir el vuelo!
Mas consuela el pensar que nuestra vida
Es istmo que separa dos océanos
Y que mide la mano de la suerte...
A él sobre las cunas arribamos
Viniendo en ignorados oleajes,
Y al acabar de caminarlo vamos
A proseguir interminables viajes
Sobre las negras sombras de la muerte;
Y que el oscuro velo de tristeza
Con el misterio inmenso de la fosa
Envuelve de los muertos la cabeza.
Esa quietud solemne en que reposa
El cuerpo humano, su misión cumplida,
Y de la tumba la pesada losa
Que última etapa son de la partida
Del espíritu humano aquí en la tierra,
Le abren los ojos a una vida nueva
En que hallará lo que el misterio encierra
Y en cuya vasta oscuridad sombría
Verá la luz quien va cual nuestro amigo
Que un tesoro de luz lleva consigo.
¡Sí! él no manchó la punta de las alas
En el vicio, —pantano corrompido,
Y ornada aún de las primeras galas
En.su vida feliz juntó su alma
La inocencia del niño distraído,
Del grave adulto la juiciosa calma
Y los sueños de dulce poesía
De que hace el vulgo indiferente mofa,
Sueños que en conservar se complacía
 
Bajo el cristal de su sonora estrofa,
Y que recuerdan con sin par cariño,
Con emoción purísima y sin nombre,
Los que te vieron —candoroso niño —
Amar como ángel y pesar
n
como hombre!
Del social torbellino en el ruido
Su misión fue la de la dulce nota
Que para el blando halago del oído
De entre las cuerdas de la lira brota,
Y en el vicio infinito y extendido
La virtud dulce de su vida hacía
La impresión de una ráfaga de incienso
Entre el discorde estruendo de una orgía
Y el aire impuro, pestilente y denso!
Ha partido entre lágrimas de amores
Que quemando al rodar por la mejilla
Bajaron a morir sobre esas flores.
Más de una amarga lágrima sencilla
Vertida por el ser a quien quisiera
Con el amor sin fin que en ella brilla,
Amor que en medio de su vida fuera
Vaporosa
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columna al medio día,
Y en las tinieblas de la noche hoguera
Cual la que en el desierto conducía
Al través de la arena al pueblo hebreo,
Al país que soñó su fantasía...
Aún me parece que contemplo y veo
Su constante entusiasmo por aquélla
Que fue su aspiración y su deseo!
Por la que su alma candorosa y bella
Colocar supo en la región que abarca
El alma humana al proseguir la huella
Del amor sublimado de Petrarca;
Por la que hoy siente inexplicable frío
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Cuando por verle entre nosotros mira
Y su mirar... se pierde en el vacío!
Que el recuerdo del ser a quien decimos
Enternecidos el adiós postrero —
El de su vida que pasarse
13
vimos
Bajo la egida del deber severo —
Sea, en todo momento de desmayo
En la senda del bien, como una estrella
Que nos alumbra con su tibio rayo
Que descienda dulcísimo de ella;
A sus tristes hermanos el consuelo
Y a su madre infeliz... que con los ojos
Nublados por las lágrimas y rojos
Esperándolo ver... mira hacia el cielo!
Cuando el cuerpo perece nace el alma...
Mientras el uno entre la tumba mora
La otra recobra su perdida calma.
Hay una dulce claridad que dora
Con sus rayos el fondo de la huesa,
Lumbre de un día que en la muerte empieza
Del sol del infinito... ésa es la aurora.
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