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La calavera

En el derruido muro
de la huerta del convento,
en un agujero oscuro
donde, al pasar, silba el viento,
 
y, como una dolorida
queja a las piedras arranca,
hay, en el fondo, escondida
una calavera blanca.
 
De algún fraile soñador
de vida ejemplar y bella
y dedicada al Señor,
en el mundo única huella.
 
Abre los ojos, sin fondo,
como a visiones extrañas,
y del vacío en lo hondo
forjan telas las arañas.
 
Húmedo musgo grisoso
recubre la antigua grieta,
donde, en supremo reposo,
descansa ignorada y quieta.
 
Pero hasta aquella escondida
mansión la brisa ligera
lleva murmullos de vida
y olores de primavera.
 
Golondrinas, que en sus marchas
dejaron el patrio río,
huyendo de las escarchas,
de las brumas y del frío,
 
cuando la luz del Poniente
filtra por el hondo hueco
y hace parecer viviente
el cráneo rígido y seco,
 
desde las negras ruïnas,
alzan sosegado vuelo,
en sus vueltas peregrinas
tocan las ramas y el suelo,
 
como buscando en el prado,
ya por la tarde, sombrío,
el espíritu elevado
que habitó el cráneo vacío.

#EscritoresColombianos (1891-1896) El de libro versos

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